"María".


En este espacio quisiera hablar de una mujer que es un ejemplo a seguir en mi vida.

Nunca he tenido referentes muy alejados de mi entorno, quizás porque me resultan distantes… No hace falta mirar muy lejos para darnos cuenta de que, entre nosotras y nosotros, siempre hay alguien a quien podríamos admirar.

En este caso quisiera hablar de mi abuela María, quien ha luchado mucho por sacar a su familia adelante, a pesar de las duras circunstancias que se fue encontrando. Si la vida de su marido, mi abuelo, fue de mucho trabajo diario, de más de doce y catorce diarias, la de mi abuela no fue mucho mejor. Y es que ella, además de atender un negocio que habían obtenido tras el traspaso de su dueño, una antigua “Lechería santanderina”, se encargaba de todas las tareas domésticas: desde hacer la comida, limpiar la casa, hasta criar a una hija y a un hijo, coserles la ropa, llevarles al colegio, cuidarles cuando estaban enfermos y un sinfín de tareas más. Mi abuela tenía doble trabajo: su tienda y la responsabilidad del mantenimiento del hogar y de la familia.

“Era lo normal”, me dice ella.

Seguramente así lo fue. Mi abuela no tuvo ayuda de sus padres ni tampoco de sus suegros, ya que mi abuelo y ella eran emigrantes instalados en Madrid. Provenían de un pueblo de Alicante, Crevillente. Ahora, para llegar, tardas unas cuatro horas en coche. Antes, todo el día. De manera que tuvieron que hacer su vida lejos de sus familias, sin ayuda y con un trabajo diario muy duro.

Cuando mis abuelos se jubilaron, poco disfrutaron de sus ratos libres. Se iban unos días de viaje o  unas semanas a su pueblo, como mucho; pero siempre estaban deseando volver a Madrid para estar con sus nietos (mis hermanos y yo) y pasar tiempo con nosotros. Así que yo, afortunada de mí, he crecido con mis abuelos.

Mis abuelos aún viven, pero mi abuela no puede moverse por sí sola y va en silla de ruedas. Tantos años de pie, atendiendo en la tienda, hicieron que sus rodillas quedasen machacadas. A pesar de lo que han trabajado y cuidado de sus hijos y de nosotros, mi abuela, la pobre, se queja porque no puede ayudar o no puede coser más o no puede ponerse de pie para hacer la comida como ella quisiera. Y me da mucha pena, porque ella no sabía hacer otra cosa más que trabajar y trabajar y, llegada su madurez y vejez, no ha sabido disfrutar de ella misma, de su marido y de las mil y una cosas que la vida le podía haber ofrecido.

Ella ha sido una cuidadora innata, de los suyos y de los de más allá. Todo su trabajo ha sido para sus hijos, para su marido y para sus nietos. Pero se olvidó cuidar de ella.

Ahora, en silla de ruedas, reflexiona sobre "lo mucho que hizo el bruto”, como ella dice, para sacar todo adelante. 

“Quizás, abuela, si hubieras vivido otra época, hubieras disfrutado más de ir al teatro, de ver zarzuelas, de salir y no dar tantas cuentas a nadie”. Pero ella siempre me dice: “yo he sido muy feliz cuidando y queriendo a mis nietos, porque os he visto crecer y hemos estado cerca todos los días”.

Desde luego que, mi abuela, ha sido una mujer de su época. Ha crecido en un espacio y en un tiempo caracterizado por el patriarcado y por el machismo. Un lugar donde, la mujer, si trabajaba fuera de casa, tenía doble o triple trabajo respecto al hombre. Por ello, mi abuela ha sido, es y será una referencia para mí. Por ser todo bondad y porque supo ser feliz en un contexto complejo, donde la mujer tenía que olvidarse de sí misma para satisfacer al resto.

Por todo esto y además por superar una guerra, por perder a su hermano en el frente, por tener que sufrir las consecuencias de una dictadura horrible, por vivir con miedo por si algo volvía a pasar y por poder rehacer su vida después de todo ello, son, las mujeres de aquella generación, mi ejemplo a seguir.

En especial, mi abuela María.

Que siempre nos ha dado todo el amor (y más) de lo que nos pudo dar.



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